sábado, 1 de agosto de 2009

De cómo empezó todo...

Antes que nada tengo que decir que esto no lo escribo con la intención recriminar a aquellos que no creyeron en nosotros que no lo hubieran hecho, sino el de decirles a aquellos que aún se lo están planteando que: "es posible".

Como muchos yo también soñaba con tener mi propio chalecito, pero lo cierto es que no todos tenemos el dinero para comprarlo, mi marido había dado la entrada de un piso en Arganda del Rey poco antes de conocerme a mí, así que por inercia seguimos pagándolo hasta que al año de casarnos nos lo entregaron, vivimos allí 5 años, cuando de pronto me sucedió el hecho más triste que había padecido hasta entonces: "la muerte de mi mamá", eso movió todos los esquemas que me había planteado hasta ese momento y me hizo sentir la urgencia de ir a por mis propios sueños, lo cierto es que mi madre fué una de las personas más positivas de este mundo, siempre me decía que el límite a mis acciones me los ponía yo misma, que las cosas requerían esfuerzo pero que si yo quería, yo podía, yo sin embargo era bastante más negativa, "sé realista" le decía, ¿crees que todo es tan fácil?, lo cierto es que en ese momento tan duro, cuando ya no la tenía cerca, una parte de mi le debía lo que ella me había tratado de inculcar hasta ese momento. En ese momento estaba en un grupo de música muy comercial, con el que no me sentía para nada identificada, me desligué, intenté hacer algo con mis compañeras pero finalmente el deseo de ser madre era más fuerte y decliné por la maternidad, acababa de quedarme embarazada cuando decidimos vender el piso y comprarnos un terreno, la idea original era irnos a vivir en un mobilhome e ir ahorrando para mandar a hacer la casa, lo único que nos animábamos a hacer en ese momento era un anexo pequeño para no tener que cocinar en el mobil y que todo oliera a comida. Así que en esa primera experiencia con la albañilería, mi marido era el oficial de primera y yo la ayudante de unos 6 o 7 meses de embarazo, como paréntesis he de comentar que un vecino nos ayudó a hacer la arqueta de la entrada, el era albañil jubilado, por lo que le dije que si podía enseñarme a poner ladrillos, el me contestó tajante: "las mujeres no ponen ladrillos" me acuerdo que al final corríamos porque queríamos dejar todo terminado para cuando naciera nuestro primer retoño: una preciosa niña, a la que llamaríamos como mi mamá: Victoria.

La segunda experiencia la vivió mi marido casi en solitario, el construyó el garaje porque yo estaba recién parida.

En mis ratos de ocio, entre amamantar a mi hija, jardinería, (olvidé decir que la parcela tiene 2540 metros) y otras cosas, me dediqué a espiar a los albañiles que estaban construyendo la casa del vecino, así empecé a tomar mis clases.

Yo había diseñado la casa, siempre me había encantado hacer diseños de casas, soñaba cómo me la daría a hacer en el futuro, por lo que no me había costado mucho, en la familia habían arquitectos y de mi mamá que a su vez había aprendido de otros había aprendido a descifrar planos, por lo que la diseñé y el arquitecto nos hizo el proyecto con todos los cálculos. Ahora hacía falta el dinero para mandarla a hacer, pero después de ver cómo se construía, ya no se me tornaba tan dificil, podíamos empezar por lo que pudiéramos, si luego la cosa se complicaba podríamos decirle a alguien que terminara, eso fué lo que le argumenté a mi marido cuando llegó, al principio no me hizo mucho caso, pero finalmente le convencí, he de decir que tengo la gran suerte de que puedo contar con él, esto me ha servido de mucho, porque si no hubierado aceptado otro gallo cantaría.

Los dos nos metimos de lleno en la cruzada de construir nuestra casa, no sabíamos muy bien cuando pararíamos, hasta dónde llegaríamos, pero lo hicimos, yo me dediqué a la albañilería, alicatado, puesta de tejas, solera, tarima sintética, pintura y mi marido, además de trabajar como negro para poder llevar el dinero que nos gastábamos en materiales de construcción, hizo todo lo referente a la fontanería, electricidad, además de hacerme de ayudante, en medio de la construcción de nuestra casa, que duró aproximadamente unos 4 años, hubo otro embarazo y nacimiento de por medio, nuestra Ariana, la gente se escandalizaba de verme subida en el andamio poniendo ladrillos, con una barriga tamaño descomunal, la vecina de al lado no se amilanaba, es una mujer mayor a la que su madre practicamente la había dado a luz en el huerto de su casa.

Cada día, para que no tuviera que matarme a cargar, mi marido madrugaba y me dejaba los ladrillos colocados en el andamio, la pasta y yo solo subía y los ponía, porque al final el reconoció que la albañilería se me daba bastante mejor a mí, y eso que según el vecino: las mujeres no poníamos ladrillos.

Nuestra casa ya está terminada, aún le quedan algunos detallitos que cuando regresemos terminaremos, el destino nos ha llevado a Nicaragua, (país donde nací y vivi hasta el 89) porque mi marido consiguió un trabajo, ahora estoy con otro de mis proyectos, los sueños aún no se han acabado, lo mejor de conseguirlos es el camino que se recorre, eso es lo que más me llena, soy una mujer con suerte, aunque no me han dado nada en bandeja, pero he tenido suerte de tener a grandes personas a mi lado: primero mi madre y luego mi marido. Dicen que la historia va un poco en espiral, hay sueños que nos se realizan en un tiempo determinado, pero no creas que es porque no te corresponde, es quizá porque aún no es el momento, ¿será ahora el mío?, no lo sé, pero por si acaso... yo voy a su encuentro, en fín, ya hemos dicho que lo más bonito es el camino que se recorre, pero eso es otra historia....